sábado, 26 de octubre de 2013

En algún lugar, sobre el arco iris,

Los cielos son azules

Y todos los sueños

Que te animas a soñar

Se hacen realidad
.




martes, 1 de octubre de 2013

calendario de vacunas...


HÁBITOS... infantil 5 años


Hábitos de alimentación: 
 Como de todo
 Como solo sin ayuda.
 Utilizo la servilleta.
 Utilizo cuchillo, tenedor y cuchara.
 No me levanto de la mesa hasta que
termino.
Hábitos de sueño:
Antes de dormir:
 Voy al baño.
 Me lavo los dientes
 Me voy solo a la cama
 Leo un cuento
Hábitos de vestirse/desvestirse:
 Ya no necesito ayuda para vestirme,
ni para desvestirme.
Hábitos de orden:
 Coloco mis juguetes sin ayuda.
 Ordeno mi habitación.
 Hago mi cama.
 Vacío la papelera.
 Ordeno mis cuentos y mis libros.
 Preparo mi mochila para ir al colegio.
Hábitos de control de esfínteres:
Voy solo al baño para hacer pis y caca.
 Me limpio solo cuando hago caca.
 Me gusta tirar de la cadena.
 Me lavo las manos.
 Me levanto por la noche para hacer
pipi.
Hábitos de higiene: 
 Me lavo las manos siempre antes de
comer.
 Ya me baño solo.

HABITOS...infantil 4 años


Hábitos de alimentación: 
 Como todo lo que me pone mi
mamá.
 Me sirvo el agua solo.
 Utilizo el tenedor y cuchara.
 Utilizo la servilleta para limpiarme.
 No me levanto de la mesa hasta
que termino.
Hábitos de sueño: 
Cuando mamá o papá me lo dice (9 o
9,30), voy a la cama sin protestar.
Antes de dormir:
 Voy al baño.
 Me lavo los dientes.
 Bebo un poco de agua.
 Duermo en mi cama.
 Con papá y/o mamá leo un cuento con
dibujos.
Hábitos de vestirse/desvestirse: 
 Ya puedo vestirme y desvestirme
solo.
 Ordeno mi ropa.
Hábitos de orden:
 Ordeno mi habitación.
 Ayudo a poner y recoger la mesa.
Hábitos de control de esfínteres:
 Antes de dormir y cuando me
levanto voy al baño.
Tiro de la cadena y me lavo las
manos.
 Puedo aguantar el pis y caca un
ratito largo en el colegio
Hábitos de higiene: 
 Me lavo las manos antes de comer.
 Me lavo los dientes.
 Puedo bañarme solo.




HABITOS... infantil 3 años...


Hábitos de alimentación:
 Toda la comida me gusta.
 Ya no como solo purés.
 Mamá me ayuda menos a comer.
 Empiezo a utilizar el tenedor y cuchara.
 Bebo agua en el vaso sin mojarme.
Hábitos de sueño:
Antes de dormir:
 Voy al baño.
 Me lavo los dientes.
 Bebo un poco de agua.
 Con papá y/o mamá leo un cuento con
dibujos.
 Duermo en mi cama.
Hábitos de vestirse/desvestirse:
 Me visto solo, a veces necesito ayuda.
 Me desvisto solo.
Hábitos de orden:
 No rompo mis juguetes.
 Ayudo a guardar los juguetes.
 Ayudo a poner y recoger la mesa.
 Ordeno mis juguetes.
 Preparo mi mochila para ir al colegio
Hábitos de control de esfínteres:
 No llevo pañales.
 Voy solo al baño para hacer pis y
caca.
 Me limpio con ayuda de papá y mamá
cuando hago caca.
 Me gusta tirar de la cadena.
 Me lavo las manos.
Hábitos de higiene: 
 Me lavo las manos antes de comer.
 Empiezo a bañarme solo (papá y
mamá me ayudan)
Manos limpias, manos sucias

Un día, al regresar de la escuela, Ana y Luis fueron a visitar al viejo don José, quien siempre les contaba historias fantásticas. Sin embargo, en esa ocasión, don José no pudo contarles ninguna porque estaba enfermo y cansado. Al salir de la casa del viejo, los niños se llevaron una sorpresa desagradable. Un perro callejero había entrado y regado, por todo el patio, la basura que estaba en un contenedor.
—¡Qué mal huele! ¿Verdad, Ana?
—Sí, Luis, es toda esa basura que el perro tiró. Pobre don José, tendrá que salir a limpiar. ¡Y con lo enfermo que está!
—Nosotros podríamos ayudarle.
—¡Buena idea! Así le daremos una gran sorpresa. ¡A limpiar!
Mientras Luis juntaba los papeles, botellas y latas, Ana trajo una bolsa en la que echaron la basura.
Al oír el ruido, don José salió al patio y encontró a sus amigos limpiando. Se acercó a ellos y les dijo con mucho cariño:
—Gracias por su ayuda. Ya es tarde, será mejor que se vayan a casa. Mañana los espero y les contaré un cuento de hadas.
Al siguiente día, Luis amaneció enfermo.
—¡Qué dolor! Mamá, me duele la panza.
—Estás pálido. ¿Comiste algo después de salir de la escuela?
—No, mamá. Fui con Ana a visitar a nuestro amigo don José. En su casa no comimos, sólo le ayudamos a levantar la basura que un perro regó en su patio.
—Cuando llegaste, ¿te lavaste las manos antes de comer?
—¡Ay, no! Lo olvidé.
—Por eso estás enfermo, ahora tendremos que ir al doctor.



Español,Segundo grado FASE EXPERIMENTAL , Secretaría de Educación Pública, 2009
EL ROBOT DESPROGRAMADO
Ricky vivía en una preciosa casa del futuro con todo lo que quería. Aunque no ayudaba mucho en casa, se puso contentísimo cuando sus papás compraron un robot mayordomo último modelo. Desde ese momento, iba a encargarse de hacerlo todo: cocinar, limpiar, planchar, y sobre todo, recoger la ropa y su cuarto, que era lo que menos le gustaba a Ricky. Así que aquel primer día Ricky dejó su habitación hecha un desastre, sólo para levantarse al día siguiente y comprobar que todo estaba perfectamente limpio.
De hecho, estaba "demasiado" limpio, porque no era capaz de encontrar su camiseta favorita, ni su mejor juguete. Por mucho que los buscó, no volvieron a aparecer, y lo mismo fue ocurriendo con muchas otras cosas que desaparecían. Así que empezó a sospechar de su brillante robot mayordomo. Preparó todo un plan de espionaje, y siguió al robot por todas partes, hasta que le pilló con las manos en la masa, cogiendo uno de sus juguetes del suelo y guardándoselo.
El niño fue corriendo a contar a sus padres que el robot estaba roto y mal programado, y les pidió que lo cambiaran. Pero sus padres dijeron que de ninguna manera, que eso era imposible y que estaban encantados con el mayordomo. que además cocinaba divinamente. Así que Ricky tuvo que empezar a conseguir pruebas y tomar fotos a escondidas. Continuamente insistía a sus padres sobre el "chorizo" que se escondía bajo aquel amable y simpático robot, por mucho que cocinara mejor que la abuela.
Un día, el robot oyó sus protestas, y se acercó a él para devolverle uno de sus juguetes y algo de ropa.
- Toma, niño. No sabía que esto te molestaba- dijo con su metálica voz.
- ¡Cómo no va a molestarme, chorizo!. ¡ Llevas semanas robándome cosas! - respondió furioso el niño.
- Sólo creía que no te gustaban, y que por eso las tratabas tan mal y las tenías por el suelo. Yo estoy programado para recoger todo lo que pueda servir, y por las noches lo envío a lugares donde a otra gente pueda darles buen uso. Soy un robot de efeciencia máxima, ¿no lo sabías? - dijo con cierto aire orgulloso.
Entonces Ricky comenzó a sentirse avergonzado. Llevaba toda la vida tratando las cosas como si no sirvieran para nada, sin cuidado ninguno, cuando era verdad que mucha otra gente estaría encantada de tratarlas con todo el cuidado del mundo. Y comprendió que su robot no estaba roto ni desprogramado, sino que estaba ¡verdaderamente bien programado!
Desde entonces, decidió convertirse él mismo en un "niño de eficiencia máxima" y puso verdadero cuidado en tratar bien sus cosas, tenerlas ordenadas y no tener más de las necesarias. Y a menudo compraba cosas nuevas para acompañar a su buen amigo el robot a visitar y ayudar a aquellas otras personas.


tengo piojoos...

¡Tengo piojos!

Había una vez un piojo muy hambriento; se pegó a un peine y cuando una niña se peinó con él, ¡pum! De pronto el piojo cayó en su cabeza. Vivió tan a gusto es ese cuero cabelludo que enseguida formó una gran familia, toda la familia piojo vivía muy contenta y se multiplicaba con facilidad.
De pronto la niña sintió que algo le picaba en la cabeza, así que se empezó a rascar sin parar. La niña, de tanta comezón, se lo dijo a su mamá, y ella le aplicó un champú para matar a esos piojos. La niña le agradeció a su mamá cuando terminó de peinarla.
Su papá también ayudó a limpiar la ropa y los juguetes para que no quedará rastro de la familia piojo. Sus padres le explicaron a la niña que no debe prestar su gorra y sí tener cuidado en su aseo personal.
Cuando existen piojos, deben eliminarse del pelo todas sus crías, llamadas liendres; de lo contrario, se desarrollarían y saldrían piojos de nuevo. Es aconsejable usar un peine especial que venden en las farmacias. Hay que ir peinando por partes. Para sacar las liendres, que son pegajosas y tienen el aspecto de una semillita, puede ser más fácil utilizar los dedos.
¡Ten paciencia! Erradicar todas las liendres lleva rato y es muy importante que no quede ni una.

¿Cómo descubrió la niña que tenía piojos y qué hicieron su mamá y su papá para ayudarla a eliminarlos?

rafa, el niño invisible....

Rafa... el niño invisible

Rafa... el niño invisible. Rinconcito de lecturas digitales de sallita
Rafa ya era bastante grande. Podía vestirse y peinarse solo. Sabía cuál zapato iba en cada pie ¡Necesitaba abrir toda su mano para decir sus años!
Sí, ya era bastante grande.
Pero no sabía cómo iba a cambiar todo cuando la panza de su mamá se puso grandota.
Él seguía yendo a la escuela como siempre, con su papá.
–¡Véngase mi hijo, arriba! –decía y lo cargaba.
A mediodía lo recogía su mamá. ¡Ay, le costaba tanto trabajo caminar! Le decía:
–¡Rafa, espérame! –y entonces él se paraba a ver bichitos.
Así se pasaban los días.
De repente lo despertaron en la noche.
Bien abrigado se lo llevaron a casa de sus abuelos.
Ellos lo recibieron con cara de dormidos. La abuela se veía chistosa. ¡Tenía los pelos parados!
Ahí se quedo Rafa con los abuelos tibiecitos y almohadosos.
Al otro día no fue a la escuela. Se quedó flojeando.
En la comida hubo sopa de letras. La abuela buscaba su nombre con la cuchara.
En eso llego el papá. ¡Estaba feliz!
–¡Rafa! ¡Rafa!– le dijo– ¡Ya nació! ¡Ya tienes una hermanita!
Rafa no sintió nada especial, pero eso debía ser muy bueno.
Todos lo abrazaban y se reían con él.
Cuando regresó a su casa, Rafa vio a una bebita colorada que tenía unas manos chiquitas, con uñas como de papel, que sólo sabía dormir, llorar, comer del pecho de la mamá de Rafa y ensuciar montones de pañales.
Uno de esos días, Rafa sintió que se estaba volviendo invisible. Parecía que nadie lo veía.
"No me ven desde que vino la hermanita –pensó Rafa–. Es mágica y me volvió invisible. ¡Esto puede ser muy divertido!"
Pasaron las horas, los días, y Rafa seguía siendo invisible, pero ya no era tan divertido.
"Yo pensaba que ser invisible tenía más chiste, pero ya me cansé. ¡Si tan siquiera me anduvieran buscando! ¿Cómo volverse visible otra vez?"
Rafa le fue a preguntar a la bebita mágica.
A lo mejor ella sabía.
Se trepó a la cuna y le preguntó mil y mil veces, cuarenta y mil veces.
Pero la hermanita no lo veía. Seguía durmiendo.
A Rafa se le ocurrió entonces ir con su papá. Se le acercó y le preguntó:
–Oye, papá ¿cómo puedo dejar de ser invisible? Hace cuatro días que nadie me ve. Ya estoy aburrido.
¡El papá sí lo oyó! Su papá volteó y le dijo:
–¡Rafa de mi corazón!
Y Rafa sintió que volvía aparecer todo completo.
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Nuria Gómez, Rafa, el niño invisible, Maripé Fenton, ilus. México, SEP-CONAFE, 1986.

Onga Bonga

Nadie conseguía que Luisa dejara de llorar.
Su mamá lo intentó. La tomó en brazos y le cantó una canción de cuna. Pero no sirvió de nada.
Luisa siguió llorando hasta que sus lágrimas corrieron como ríos hacia el mar.
Su papá lo intentó. La meció suavemente en sus brazos y le murmuró palabras dulces al oído. Pero no sirvió de nada.
Luisa siguió llorando hasta que sus gritos hicieron caer los cuadros de la pared.
La abuela lo intentó. Preparó un biberón y le dijo: ―Toma, cariño.‖ Pero no sirvió de nada.
Luisa siguió llorando hasta que sus sollozos despertaron a todos los perros y gatos del barrio.
El abuelo lo intentó. Tocó una alegre canción en su armónica y bailó al son de la música. Pero no sirvió de nada.
Luisa siguió llorando hasta que los pájaros y las ardillas huyeron del parque.
Las vecinas vinieron y ofrecieron sus consejos.
–Ponla boca abajo.
–Acuéstala de costado.
–Ponle Mozart.
–Ponle rock.
Pero no sirvió de nada. Luisa siguió llorando.
Entonces llegó Daniel de la escuela.
–Onga bonga –le dijo a Luisa.
Luisa levantó la cabeza, las lágrimas corrían por sus mejillas.
–Onga bonga –repitió su hermano.
Luisa dejó de llorar y lo miró a los ojos.
–Onga bonga– dijo Daniel otra vez.
Luisa sonrió.
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Frieda Wishinsky, Onga Bonga, Carol Thompson, ilus. México, SEP-Juventud, 2002.

Gérmenes

Gérmenes, lectura para aprender y divertirse
Con esta lectura vamos a entrar a un mundo microscópico. El mundo de los microbios.

Esa mañana, llegó el autobús infeccioso para llevarse a Vari y a los demás candidatos a la Academia de Gérmenes.

Vari había pasado su examen médico para probar que no estaba sano, y fue llevado al dormitorio, donde conoció a sus compañeros de cuarto.

Cada uno presumía que un pariente cercano había iniciado el brote de alguna enfermedad.

–Pero ¿no hace esto que los niños se sientan terriblemente enfermos? –preguntó Vari.

–De eso se trata –se burló Mig.
Pero Vari no estaba de acuerdo. Durante la siguiente semana, fue el último de la clase en todo. Sin embargo, se le asignó su primera misión.

–Pero se ve tan dulce –dijo Vari al ver a la niña a la que debía enfermar.
Esa noche, Vari se las ingenió para deslizarse con éxito por la nariz de Mirta. Enseguida empezó a refunfuñar. ―Este trabajo no me gusta‖, pensó. Y decidió ayudar a la niña.

En eso oyó un ruido, cada vez más fuerte y que iba directo a él... Antes de que pudiera esconderse, se vio rodeado por unos militares. Eran miembros del Sistema Inmunológico de Mirta y no parecían muy amigables.

–¡Ahí está! –gritó uno.

Mientras, en la Central de Gérmenes comenzaron a sonar alarmas.

–¡El blanco no muestra señales de infección! –gritó el comandante Flema–. ¡Varicela estropeó su misión!

–¡Déjenos atacar, señor! –decían los compañeros de Vari–. ¡Le daremos un cumpleaños que nunca olvidará, señor!
Mirta y Vari estaban en problemas.

–Cuatro gérmenes grandes y feos vendrán pronto –dijo Vari– y Mirta podría estar en cama semanas enteras. Los militares se detuvieron.

–Está bien –dijeron–. ¿Qué hacemos?

Vari trazó un plan. Después de unos segundos, dio la orden y Mirta estornudó con tanta fuerza como nunca lo había hecho en su vida.

Aturdidos y confundidos, los gérmenes despertaron un minuto después. Ronch miró a su alrededor. Pronto se dieron cuenta de que pasaba algo raro.

–Creo que no estamos en el cuerpo de Mirta –dijo Achú.

Mientras tanto, en el cuerpo de Mirta, los miembros del Sistema Inmunológico gritaron:
–¡Bravo por Vari!

Vari fue cargado en hombros, en un recorrido triunfal por los órganos de Mirta, donde multitudes de células aplaudían al germen que los había salvado.

–Nunca habíamos conocido a un germen heroico –decían– ¿Qué podemos hacer para pagarte lo que hiciste?

–Bueno... pues... –dijo Vari– necesito dónde vivir...
Gracias a su conocimiento de gérmenes, Vari fue nombrado Jefe Honorario del Sistema Inmunológico.
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Ross Collins, Gérmenes. México, SEP–Planeta, 2006.


Mi trabajo como hada de los dientes.

Mi trabajo como hada de los dientes, lectura para niños de primer grado
Les voy a contar una historia de los días en que fui un hada de los dientes.
Era mi primer trabajo y no lo hacía muy bien. Todo comenzó de esta manera…
Acababa de acurrucarme en la cama… cuando ¡Talán talán! Sonó la campana de los dientes. Nunca se sabía cuándo a alguien se le va caer un diente ni cuando un hada de los dientes debe ir a recogerlo.
Los niños se pasan el día entero moviéndose los dientes para que se les caiga. Joaquín llevaba todo el día jalando de su diente. Y cuando se puso a masticar un caramelo ¡plin! Se cayó.
Les sorprenderá saber que hay personas que no creen en las hadas. Es triste pero es verdad. Curiosamente los niños que dicen no creer en ellas cambian de opinión en cuanto se les cae un diente.
Así sucedió con Joaquín. Cepilló su diente hasta dejarlo reluciente y lo colocó debajo de la almohada y se quedó dormido. En ese momento sonó la campana de los dientes y yo salí corriendo a buscarlo.
Joaquín vivía en el número 62 de un edificio de una gran ciudad. Para las hadas las ciudades son muy confusas así que tardé un buen rato en encontrar el lugar. Una vez dentro del edificio, descubrí que había muchos pisos y cada piso tenía muchas puertas con números. Volé por un montón de pasillos y cada vez me hacía más líos. Finalmente paré frente al número 26 creyendo que era el número correcto y entré por la cerradura. El pequeño Joaquín estaba acurrucado debajo de las sábanas y en la mesita de noche, dentro de un vaso de agua flotaban unos dientes, no un solo diente, sino una DENTADURA ENTERA. Me pareció muy emocionante encontrar tantos dientes a la vez, me los llevé y dejé una bolsa llena de oro. En mi opinión era un cambio justo.
Pero más tarde, cuando le mostré a la jefa de las hadas lo que había encontrado, se enojó muchísimo.
–¿Cómo puede ser un hada tan tonta? –gritó– ¡Son falsos! ¡No podemos hacer perlas con DIENTES FALSOS! Sólo sirven los dientes de niños para hacer perlas para hadas.
Así que perdí mi empleo. Esa misma noche otra hada fue a casa de Joaquín a recoger el diente y dejar una moneda de plata debajo de su almohada.
El dueño de los dientes postizos era un abuelito llamado Damián. Cuando se despertó, se sorprendió mucho al encontrar la bolsa llena de oro en lugar de su dentadura (que de todas formas nunca le había encajado bien). Desde entonces empezó a creer que las hadas realmente existen.
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Geogie Adams, “Mi trabajo como hada de los dientes” en Historias de hadas contadas por hadas. México,
SEP-Serres-Océano, 2005.