Hace mucho tiempo en un pueblito muy
lejano había un pequeño príncipe llamado Alexander. Este príncipe
siempre comía muchos dulces pero no solía lavarse sus dientes. Un día,
al pequeño Alexander un diente se le cayó de su boquita. Sin embargo,
este diente estaba sucio y muy feo.
Aún así el príncipe Alexander decidió
ponerlo debajo de su almohada pensando que quizás el ratoncito vendría y
le daría una moneda. Sin embargo su sorpresa fue mucha al ver que no
apareció moneda alguna y fue un mago que le dijo:
“Por sucio moscas comerás y tu aliento horrible será hasta que tus dientes aprendas a lavar”
Muy triste Alexander salió fuera del
castillo y en agua de una pileta puso su lengua. Alexander hizo muchas
gárgaras y pensó si era suficiente. Pero observó su reflejo en el agua y
un sapo a un vio. El sapito Alexander por un bosque caminó y con un
castor se encontró.
Grande fue su sorpresa al ver los grandes dientes blancos del castor. Muy curioso le pregunto:
“Castor como es que tienes tus dientes tan blancos“
Y el castor contestó:
“Muy fácil pues con mi cepillo canto
así: chiki- chiki-chi para arriba, chiki- chiki-chi para abajo y chiki-
chiki-chi para un lado, chiki- chiki-chi y así me los lavo”
Muy contento Alexander agradeció al
castor y a casa volvió. Tomó su cepillo Y con la canción sus dientes
lavó “chiki- chiki-chi para arriba, chiki- chiki-chi para abajo y chiki-
chiki-chi para un lado, chiki- chiki-chi y así me los lavo”
De pronto el mago apareció, felicitó a Alexander y en príncipe lo convirtió y así Alexander sus dientes cuidó.
Fin
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